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Que las letras españolas tienen magia, nadie lo pone en duda. Las españolas y las de cualquier otro país. Más que escribir por escribir, mi interés principal es poder hacerlo de la mejor manera posible, labor, a veces nada fácil, puesto que errar es de humanos y estos están a la orden del día: a los errores me refiero. Los humanos también deben estarlo. Y a la orden del día me gustaría estar sobre todo (sobre todo) aquello que pueda significar mi modesta aportación a las letras. Sí, repetí sobre todo (entre paréntesis) porque es lo que quería resaltar: su forma de escribirlo en dos palabras bien diferenciadas (siempre que no se refiera a un «sobretodo», prenda de vestir a la que no pienso describir en detalle en estos momentos). Estoy casi convencido de que, quienes hayan pasado por mi blog, y han visto y leído «La magia de las letras españolas», han creído o pensado que me refiero a mí (mí). Nada más lejano a la realidad, la magia está en las letras, y, sí, a lo de «escribir sí, pero bien», no es más que un deseo que tengo desde fecha bastante reciente. No me avergüenza (avergüenza, con diéresis en la u, porque la u, en esta palabra, debe pronunciarse) confesar que cometo errores, como cualquiera. Comparo escribir con cocinar y, si me pusiera a cocinar, entre sal, aceite, vinagre y especias, seguro que algo se me olvidaría echar a la olla. (Echar y no hechar. Olla y no hoya). Bueno, pero dejemos las tonterías para otra ocasión. Me voy a centrar en las palabras que he encontrado por aquí y por allá, mientras leía estos últimos días en diferentes medios de Internet. Yo me voy a referir a ellas solamente usando palabras que aportaré para completar las frases y los consabidos paréntesis que las distingan.
«Más (más) pronto que tarde, la verdad saldrá a la luz. No es bueno llevar una máscara (máscara) en el rostro si nos lastima. ¿Y quién (quién) es usted, para tener aspiraciones futuras? Y aquí debo añadir que, no es conveniente escribirlo todo en mayúsculas, sobre todo, cuando tengamos que hacer uso de las comas. ¡Ánimo! (ánimo) Te animo a seguir adelante. Ánimo y animo, son dos palabras diferenciadas tan solo por la tilde. ¿Te acuerdas de mí (mí)? ¡Sí, hombre! ¡Mira! Esta es mi foto. Mí y mi. Ocurre lo mismo que con ánimo y animo: la tilde diferenciadora. Después de leer todo esto…, enseguida (enseguida) quise escribir un relato al respecto. Sobre todo sobre ti, tú y yo. Aquí no haré uso de paréntesis, porque es evidente a qué me refiero. Y si el porqué (el porqué) se escribe así, tener un porqué (un porqué) debe escribirse de igual manera, ¿o no?. Les explicaré el porqué de mi razonamiento si es que me lo piden. Sin embargo, en la frase «Esta es la razón por que no han llegado a tiempo: perdieron el tren». La razón «por que» no han llegado… La razón «por -la- que» no han llegado a tiempo, es que perdieron el tren. ¿Hasta qué (qué) lugar quieres llegar? ¿Qué (qué) quieres? ¿Cuál (cuál) es tu propósito? Para mí (mí) es importante dejarlo claro. Sonrío para mí mismo y, para mi sorpresa, me siento satisfecho, pero no gozo con esto; mi satisfacción es de otro tipo. Antigüedades (antigüedades) con diéresis sobre la u. No debe ser así en el nombre Águeda, en el que la u, no se pronuncia. Y al escribir «antiguo», no es necesaria la diéresis, pero sí en el caso de palabras donde se usen las sílabas «gue» y «gui». No es el caso de «guitarra», donde la u no se pronuncia, pero sí en las palabras «pingüino» y «lingüístico, en las que debe pronunciarse. Aunque (aunque). Te he querido contar todo esto, aunque tal vez no estés interesado en leerlo. No sé (sé), quizá me digas que esto es demasiado, que son tonterías y pienses de forma contraria a la mía. En cuanto a «dé» y «de», tengo estas dos frases: «Deja que te dé confianza» y «Déjate de tonterías». Y así termino este relato explicativo que espero haya servido para algo más que entretener, preparando el próximo que dedicaré a las cuatro formas del por qué.
Ramón C. Infanzón
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